Los Principios de la Acción Válida
Hay acciones que nos dan una buena sensación y luego, al recordarlas, quisiéramos repetirlas nuevamente. Tienen además, la característica de ser acciones que no hastían sino que al efectuarlas nos dejan el registro de mejoría, de crecimiento interno. Comer un manjar agradable nos entrega una sensación placentera, pero podríamos hastiarnos si insistiéramos más allá de ciertos límites. Además, al recordar el manjar en un momento de hambre, quisiéramos volver a comerlo, pero cada vez que lo lográramos tendríamos sensación de saciedad, no de mejora personal o de crecimiento.
Otro tipo de acciones nos dejan una sensación agradable en el momento, pero al recordarlas nos traen malestar. Si, por ejemplo, para aliviar nuestras tensiones momentáneas agredimos a alguien, es posible que en ese momento registremos una liberación interna, pero luego surgirá algo parecido al arrepentimiento y comprenderemos que tal cosa no será buena de repetir. También advertiremos que esa forma de proceder no nos hace crecer internamente, no nos mejora.
Los actos que dan unidad interna tienen siempre estas cualidades: 1.- dan un buen registro al efectuarlos; 2.- se los quisiera repetir; 3.- se sienten como una mejora personal. Si alguno de esos tres requisitos está ausente es porque estamos en presencia de acciones habituales, necesarias para la vida, pero un tanto neutras; o bien acciones placenteras momentáneas; o, por último, acciones contradictorias.
Los actos unitivos o los actos contradictorios se sienten en el momento, se los recuerda de un modo característico y predisponen futuras conductas. De manera que eludir la contradicción y reforzar los actos de unidad interna es de suma importancia. La disposición a lograr una vida unitiva, marca el comienzo de un verdadero sentido y de una nueva orientación en la conducta diaria. La reflexión sobre los principios de Acción Válida orienta a una conducta coherente, alejándonos de la contradicción.
Este principio, destaca que cuando por anticipado se sabe el desenlace de un acontecimiento, la actitud correcta es la de aceptarlo con la mayor profundidad posible, tratando de sacar ventaja aún de lo desfavorable. Examinar momentos de la vida en los que no tuvimos conocimiento de este principio y por tanto obramos en contrario, nos ilustrará convenientemente sobre el significado del mismo. Será más interesante aún reflexionar sobre el momento que estamos viviendo y estudiar las consecuencias para nosotros mismos y para nuestras personas próximas, en caso de no tener en cuenta el principio.
Estamos explicando que las cosas a las que no debemos oponernos son aquellas que tienen un carácter inevitable. Si el ser humano, por ejemplo, hubiera creído que las enfermedades eran inevitables, la ciencia médica jamás hubiera avanzado. Gracias a la necesidad de resolver problemas y a la posibilidad de hacerlo, la humanidad progresa. Si una persona queda sola en el desierto, ¿es inevitable que muera?. Esa persona hará el esfuerzo de encontrar salidas a su situación y, en efecto, encontrará un oasis o bien la encontrarán a ella con más facilidad si utilizó todos los recursos posibles para hacerse ver a la distancia. Así es que este principio se asienta en la situación de lo inevitable para ser aplicado correctamente.
Este principio destaca que las personas y las cosas tienen determinados comportamientos y que resisten o facilitan nuestros proyectos si actuamos adecuadamente. Cuando movidos por impulsos irracionales presionamos algo contra su propio comportamiento, observamos que puede ceder ante nuestras exigencias, pero las consecuencias a corto o largo plazo será que volverán efectos distintos a los que queríamos lograr.
El ser humano es forjador de acontecimientos, da dirección a las cosas, tiende a planificar y a cumplir proyectos. En suma, se dirige hacia fines. Pero las preguntas son: ¿cómo va hacia esos fines? ¿cómo hace entender a otra persona la solución de un problema presente: se la violenta o se la persuade?. Si se la violenta, ahora o después habrá reacción; si se la persuade, ahora o después se sumarán las fuerzas.
Muchos piensan que «el fin justifica los medios» y obran forzando todo a su alrededor, logrando a menudo resultados exitosos. En ese caso, la dificultad viene después. El fin se ha logrado, pero no se lo puede mantener por mucho tiempo.
El principio que estamos comentando se refiere a dos situaciones distintas. En una se obtiene el fin buscado, pero las consecuencias son opuestas a lo esperado. En otra, por forzamiento de situaciones, se obtiene un «rebote» desfavorable.
Este principio no recomienda retroceder ante los pequeños inconvenientes, o los problemas con que tropezamos diariamente. Unicamente se retrocede, según explica el principio, ante fuerzas irresistibles, tales que indudablemente nos sobrepasen al enfrentarlas. Retroceder ante las pequeñas dificultades debilita a la gente, la hace pusilánime y temeroso. No retroceder ante grandes fuerzas hace a la gente proclive a todo tipo de fracasos y accidentes.
El problema aparece cuando no se sabe anticipadamente quién tiene más fuerza, uno o la dificultad. Eso habrá de comprobarse tomando pequeñas «muestras», haciendo pequeñas confrontaciones que no comprometan totalmente la situación y que dejen espacio libre para cambiar de postura si esta fuera insostenible. Antiguamente se hablaba de «prudencia», esa era una idea muy próxima a la que estamos explicando.
Pero hay otros puntos: ¿cómo avanzar? ¿en qué momentos el inconveniente se ha reducido en fuerza?, o bien ¿en qué momentos hemos ganado nosotros en fuerza?. Vale la misma idea de tomar muestras en distintos tiempos y oportunidades, haciendo pequeños intentos.
Cuando la fuerza está a nuestro favor y el inconveniente se ha debilitado, el avance debe ser total. Guardar reservas ante tal situación es comprometer el triunfo porque no se va adelante con toda la energía disponible.
Esto quiere decir, que si impulsados por un objetivo desacomodamos toda nuestra vida, el logro del resultado buscado se verá sometido a numerosos accidentes y aún, si efectivamente se consigue, tendrá amargas consecuencias.
Si, para obtener dinero o prestigio, desacomodamos nuestra salud, sacrificamos a nuestra gente querida, nos despreocupamos de otros valores, etc., es posible que surjan tales accidentes, que no logremos el resultado buscado. En otros casos, puede ser que lo obtengamos pero ya no habrá salud para disfrutarlo, ni seres queridos con quienes compartirlo, ni otros valores que nos den sentido.
“Las cosas están bien cuando marchan en conjunto” y esto es así, porque nuestra vida es un conjunto que requiere equilibrio y desarrollo adecuado, no parcial. Si bien hay cosas más importantes que otras, cada persona debería tener una verdadera escala de valores para que lo primario, lo secundario, lo terciario, pudieran cumplirse proporcionalmente. Con la fuerza que debe aplicarse a cada cosa de acuerdo a la importancia fijada, todas marcharían en verdadero conjunto.
Este Principio destaca en forma figurada la oposición de las situaciones. Sin embargo, tal oposición podrá ser conciliada si se modifica el punto de vista con respecto al problema. El excesivo calor del verano hace pensar compensatoriamente en el frío del invierno y a la inversa. Toda situación difícil hace evocar o imaginar a su antagónica, pero una vez en ella, vuelve la disconformidad. Entonces, la compensación nos lleva a su punto opuesto.
Allí donde aparezca el sufrimiento, la compensación se pondrá en marcha, pero no por ello el sufrimiento mismo será vencido. Es muy distinto el punto de vista y el comportamiento frente a las dificultades por parte de quien está orientado por un sentido de vida definido.
Si alguien cree que su vida tiene un sentido y que todo lo que le sucede sirve a su aprendizaje y perfeccionamiento en esa dirección, los problemas que le aparezcan no tenderán a ser eludidos compensatoriamente, sino que los asumirá descubriendo también en ellos alguna utilidad. El frío del invierno será aprovechable y también el calor del verano y cuando cada uno se presente, esa persona dirá: “¿en qué se oponen las estaciones, si ambas me sirven”?
Este Principio puede resultar chocante en una primera lectura, porque se piensa que se está diciendo: “Goza aunque perjudiques a otros, ya que el único freno es tu salud personal”.
Pues bien, eso no se está diciendo. En realidad se explica que es absurdo el deterioro de la salud por el ejercicio de placeres exagerados o directamente nocivos. Pero además, se destaca que la negación prejuiciosa del placer produce sufrimiento; o que el ejercicio del placer con problemas de conciencia, también es perjudicial. En fin, la idea principal es aquélla de no perseguir el placer, sino de ejercitarlo sencillamente cuando se presenta, ya que buscar cuando no está presente el objeto placentero o negarlo cuando aparece, siempre son hechos acompañados de sufrimiento.
A este principio (como a todos los otros), no hay que sacarlo del conjunto o interpretarlo de manera que se oponga a otros. De este modo, hay otro Principio que dice: “Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas”. Por consiguiente, el sentido cambia cuando se ejercita el conjunto, no un Principio aislado.
Enseña a obtener beneficio de toda situación intermedia que nos lleva al logro de un objetivo.
No dice que no deban existir fines, ya que la planificación de cualquier actividad se realiza en base a fines. Se está explicando que dado un fin cualquiera, todos los pasos que llevan a él, deben considerarse del modo más positivo posible.
De otro modo, cualquier actividad anterior al logro del fin produce sufrimiento y por lo tanto, si es que el fin se logra, pierde sentido por el costo vital que representa el sufrimiento invertido en los pasos.
Invita a evitar la improvisación movida por impulsos irracionales.
No dice que no haya que hacer algo, dado un problema, sino que simultáneamente al hacer, debe comprenderse. Casi todas las personas, frente a un conflicto y movidas por su ansiedad, se lanzan a solucionarlo sin comprenderlo en su raíz.
De esa manera, se complica aún más el problema y éste motiva a otro, en una cadena inagotable
De comienzo explica que crear problemas a los demás, tiene por consecuencia que los otros se lo creen a uno. Además, dice que no hay motivo para dejar de hacer lo que se quiere si nadie se perjudica con tal acción.
Este Principio es de grandes consecuencias porque lleva a una apertura, a una comunicación positiva con los otros seres humanos. Sabemos que el encerramiento en uno mismo, genera problemas más o menos graves. El llamado «egoísmo» puede reducirse precisamente a un problema de encerramiento y falta de comunicación. El Principio otorga importancia al hecho de ir positivamente hacia los otros y complementa al Principio anterior que recomienda: «No perjudiques a otros», pero la diferencia entre ambos, es grande.
Aquí no se explica que haya que abandonar todo bando. Aquí se sugiere considerar la posición en que uno se encuentra, como resultado de factores ajenos a la propia elección; factores educacionales, de ambiente, etc. Tal actitud hace retroceder el fanatismo, al tiempo que permite comprender los bandos y las posiciones que asumen otras personas. Evidentemente, esta forma de considerar el problema de los bandos contribuye a la libertad de la mente y tiende un puente fraterno hacia las demás personas aún cuanto éstas no coincidan con mis ideas, o aparentemente se opongan a mis ideas.
Este Principio, al tiempo que reconoce la falta de libertad en las situaciones que uno no ha construido, afirma la libertad de negar las oposiciones si son parte de las mismas situaciones.
En otras palabras: yo no he decidido ser alto o bajo, gordo o delgado y si esa condición está acompañada de oposiciones a otros que tampoco eligieron su bando, tengo libertad para negar esa oposición. Yo no inventé a los altos, a los bajos, a los gordos o a los delgados, por tanto niego toda oposición responsable.
Aquí se quiere decir que todo acto que se realiza queda grabado en la memoria y desde allí influye en las otras vías. Por tanto, la repetición de actos que dan unidad interna o que generan contradicción, van formando una conducta que condiciona a las acciones posteriores en alguno de los dos sentidos. Repetir los actos de unidad interna, significa ejercitar los Principios en la vida diaria. También se da a entender que no se trata de la repetición de un acto (o de un Principio aislado), sino de un conjunto de actos de unidad interna.
Sin duda que al ejercitar todos los Principios, nos encontramos con una disciplina integral, capaz de ir transformando nuestra condición sufriente en una nueva forma de vida de creciente unidad interna y, por tanto, de creciente felicidad.
A veces, sumando actos contradictorios, se construye la vida de una persona o de un conjunto humano. También sucede que pueden aparecer muchos resultados exitosos durante un tiempo, pero antes o después se producirá la catástrofe porque la base de toda esa vida es falsa. Mucha gente ve solamente las anécdotas exitosas, pero no alcanza a comprender el proceso de esa vida y, sobre todo, su absurdo final.